trajés de su indumentaria
trajés de su indumentaria
Entre el infinito mosaico de tradiciones oaxaqueñas, la Guelaguetza expone indiscutiblemente por qué el estado de Oaxaca sigue cautivando a quien lo visite a través de un profundo arraigo por todo aquello que se relaciona con sus rasgos culturales de identidad. Esta celebración –que se lleva a cabo cada mes de julio– encuentra su etimología en la palabra zapoteca guendalizaa, que se refiere a dar un presente o una ofrenda, y es que su origen data de tiempos prehispánicos, en un ritual de sacrificio que los mexicas ofrecían a la Diosa Centéotl (la Diosa del maíz).
Sin embargo, este acto de ofrecer evolucionó durante el México posrevolucionario, cuando la dinámica social del país se vio envuelta en una intensa campaña nacionalista que buscaba reivindicar el pasado indígena. Esto también se vio evidenciado luego de un terremoto en 1931 que tuvo consecuencias devastadoras para la ciudad de Oaxaca; tras esta catástrofe, se emprendió una estrategia que tenía como propósito reactivar la economía por medio de un movimiento cultural que se materializó en el Homenaje Racial de 1932, una celebración que, además, se conjuntaba con el IV Centenario de la ciudad.
Dicha ceremonia sentó las bases para lo que hoy se conoce internacionalmente como la Guelaguetza de los Lunes del Cerro. ‘Las regiones del Estado acuden, las más simbólicas y significativamente representadas, vistiendo sus mejores galas, con sus atributos más preciados y más genuinos, en son de espléndido agasajo, llevando sendos regalos y homenajes para ofrendarlos a Oaxaca, la perla del Sur’ describe un texto escrito por uno de los miembros del Comité de Festejos de aquel entonces.
El paso del tiempo no ha desgastado la tradición en absoluto, al contrario, se mantiene más viva que nunca. Desde aquel Homenaje Racial de 1932, la cita en el Cerro del Fortín –el punto geográfico más elevado de la ciudad– consistió en múltiples actos musicales y folclóricos que destacaron las cualidades más representativas de, en aquel entonces, siete regiones del estado. Actualmente, los trajes típicos de las ocho regiones y las mujeres que los portan tienen una relevancia contundente en la Guelaguetza, pues es difícil imaginar esta fiesta sin las calles dibujadas por los colores de la indumentaria tradicional. Desde aquella primera fiesta, se seleccionaron a embajadoras de cada una de las delegaciones que asistieron portando magníficos huipiles.
Para aprovechar la tradición, los evangelizadores buscaron la fiesta más cercana a la del calendario prehispánico, siendo escogida la festividad de la Virgen del Carmen, quien reemplazó a Centeótl. Entonces comenzó el mestizaje cultural y religioso que detonó en la fiesta con una gran diversidad de danzas y colores que reúne a los pueblos de Oaxaca en hermandad.
Actualmente, la Guelaguetza tiene lugar en el cerro Tani-Iao-noyalaoní (Fortín de San Felipe del Agua), en el auditorio construido ex profeso para el festejo. Ahí se dan cita, desde los lugares más apartados, hombres y mujeres de las siete regiones. Por espacio de ocho días hacen gala de su indumentaria, expresión indiscutible de su historia y sus tradiciones.
A la antigua usanza, una joven indígena es elegida para iniciar el festejo. En su papel de princesa brinda la primera ofrenda a las autoridades. De Coyotepec entran en escena las mujeres con su enredo, blusa finamente bordada y rebozo de seda anudado en la cabeza, con paso lento se deslizan acompañadas por el son: “Barro de amor… vibrando de melancolía…que canta la raza mía…”
Se escucha el jarabe y aparecen los yalaltecos y sus mujeres ataviadas con huipil blanco adornado con hilos de colores. También portan el “tlacoyal”, bello tocado de lanas y collar de plata maciza del que pende una cruz con motivos prehispánicos.
Con giros violentos, las mujeres de Betaza hacen revolotear su falda como alas de palomas atadas al ceñidor rojo de su cintura.
De la Mixteca bailan el jarabe. La mujeres con una gran falda circular de florecitas, blusa y rebozo, listones y flores en sus trenzas. Los hombres con traje de manta y sarape terciado.
El vigoroso zapateado representa una danza romance, el coqueteo, la duda. Al final, un beso atrás del sombrero. Las triques, con señorío y suavidad, ejecutan una danza ritual, sus espectaculares túnicas dejan ver enormes grecas rojas. Los misteriosos tascuates de la sierra, se desplazan ataviados con camisola de largas telas y ceñidor a la cintura.
De la cañada, las mazatecas, místicas doncellas que presumen huipil bordado y listones de colores azul turquesa y rosa. Al final, después de bailar la Flor de Naranjo, esparcen por el aire su ofrenda de flores perfumadas. Alegres salen los costeños a bailar las “chilenas” con zapateados y giros.
Las orgullosas tehuanas bailan La Zandunga luciendo sus trajes de reina, con el huipil y la falda bordados de grandes flores, adornadas con vistosas joyas y collares de monedas.
Ataviadas con huipiles de vivos colores, con una piña al hombro, baila un grupo de bellas jóvenes, son las mujeres de Tuxtepec, quienes al final producen gran alboroto al lanzar los frutos a la concurrencia. De los valles bailan las chinas oaxaqueñas, portando sobre la cabeza grandes canastas con flores secas.
Los de Etla, los de Tlacolula. ¡Ya llegaron los de Ejutla!, con sus farolas, las mujeres con sus faldas multicolores y los hombres con sombreros negros de panza de burro. Al final, la danza guerrera de La pluma.
Todos han venido por orgullo de casta, por tradición, asisten a la Guelaguetza para demostrar su amistad a sus paisanos y a los visitantes. Entregan con alegría sus ofrendas y reciben la satisfacción de estar ahí, de vivir. Así es el alma indígena.
Fiesta de la Guelaguetza, la celebración después del temblor
El 14 de enero de 1931, un terrible terremoto de 7.8 grados en escala de Richter azotó el estado de Oaxaca y quedó en la historia del país como uno de los momentos que marcaron a la nación para siempre.
Las constantes réplicas dejaron a la población llena de temor, por lo que comenzaron a vender todo lo que tenían y se iban buscando otro lugar para vivir. Esto alarmó a las autoridades, por lo que decidieron homenajear a la cultura Oaxaqueña de alguna manera y qué mejor que festejando la Guelaguetza a lo grande.
Entonces, nacieron los primeros concursos de trajes regionales, de flores, canciones, concursos por quién tenía la mejor cosecha y de artesanos. Poco a poco se sumaron actividades como una carrera de relevos, carreras de bicicletas, lanzamiento de disco y lanzamiento de bala.
En 1932 se se construyó la carretera a Puebla, lo que atrajo mucho turismo al estado y fue en los años cincuenta cuando la Guelaguetza se volvió una fiesta oficial. En 1969, el gobernador Víctor Bravo Ahuja comienza la construcción de un foro para conmemorar la fiesta, el cual se inauguró el 3 de noviembre de 1974.
Hasta antes de esa fecha, los bailes de la Guelaguetza se realizaba en una gran explanada que era rodeada por el público, se llamaba Rotonda de la Azucena, a la que luego se le añadieron gradas de madera.
Al principio, la fiesta se llevaba a cabo gracias a la Asociación Folclórica de Oaxaca y el público era completamente regional.
En 1980 la organización paso a manos de la Secretaría de Turismo y desde entonces, la tradición reúne a turistas de todo el mundo, mexicanos de todas partes y a las ocho regiones del estado: Cañada, Istmo, Costa, Cuenca del Papaloapan, Mixteca, Sierra Norte, Sierra Sur y los valles centrales.
La Guelaguetza 2023 ¡Vive nuestras tradiciones con México desconocido!
La Guelaguetza 2023 se realizará el próximo mes de julio en Oaxaca y por primera vez en mucho tiempo, la gran fiesta oaxaqueña se apropiará del espacio público fuera del auditorio.
Para la Guelaguetza 2023, se realizó la rehabilitación de espacios y calles para que el festejo se viva en toda la ciudad, así como en distintos municipios.
En su aniversario número 91, la inauguración está programada para el 1 de julio a las 17 horas en la Plaza de la Danza. La fiesta principal, los famosos “Lunes del Cerro” serán el 17 y 24 de junio
Para aprovechar la tradición, los evangelizadores buscaron la fiesta más cercana a la del calendario prehispánico, siendo escogida la festividad de la Virgen del Carmen, quien reemplazó a Centeótl. Entonces comenzó el mestizaje cultural y religioso que detonó en la fiesta con una gran diversidad de danzas y colores que reúne a los pueblos de Oaxaca en hermandad.
Actualmente, la Guelaguetza tiene lugar en el cerro Tani-Iao-noyalaoní (Fortín de San Felipe del Agua), en el auditorio construido ex profeso para el festejo. Ahí se dan cita, desde los lugares más apartados, hombres y mujeres de las siete regiones. Por espacio de ocho días hacen gala de su indumentaria, expresión indiscutible de su historia y sus tradiciones.
A la antigua usanza, una joven indígena es elegida para iniciar el festejo. En su papel de princesa brinda la primera ofrenda a las autoridades. De Coyotepec entran en escena las mujeres con su enredo, blusa finamente bordada y rebozo de seda anudado en la cabeza, con paso lento se deslizan acompañadas por el son: “Barro de amor… vibrando de melancolía…que canta la raza mía…”
Se escucha el jarabe y aparecen los yalaltecos y sus mujeres ataviadas con huipil blanco adornado con hilos de colores. También portan el “tlacoyal”, bello tocado de lanas y collar de plata maciza del que pende una cruz con motivos prehispánicos.
Con giros violentos, las mujeres de Betaza hacen revolotear su falda como alas de palomas atadas al ceñidor rojo de su cintura.
De la Mixteca bailan el jarabe. La mujeres con una gran falda circular de florecitas, blusa y rebozo, listones y flores en sus trenzas. Los hombres con traje de manta y sarape terciado.
El vigoroso zapateado representa una danza romance, el coqueteo, la duda. Al final, un beso atrás del sombrero. Las triques, con señorío y suavidad, ejecutan una danza ritual, sus espectaculares túnicas dejan ver enormes grecas rojas. Los misteriosos tascuates de la sierra, se desplazan ataviados con camisola de largas telas y ceñidor a la cintura.
De la cañada, las mazatecas, místicas doncellas que presumen huipil bordado y listones de colores azul turquesa y rosa. Al final, después de bailar la Flor de Naranjo, esparcen por el aire su ofrenda de flores perfumadas. Alegres salen los costeños a bailar las “chilenas” con zapateados y giros.
Las orgullosas tehuanas bailan La Zandunga luciendo sus trajes de reina, con el huipil y la falda bordados de grandes flores, adornadas con vistosas joyas y collares de monedas.
Ataviadas con huipiles de vivos colores, con una piña al hombro, baila un grupo de bellas jóvenes, son las mujeres de Tuxtepec, quienes al final producen gran alboroto al lanzar los frutos a la concurrencia. De los valles bailan las chinas oaxaqueñas, portando sobre la cabeza grandes canastas con flores secas.
Los de Etla, los de Tlacolula. ¡Ya llegaron los de Ejutla!, con sus farolas, las mujeres con sus faldas multicolores y los hombres con sombreros negros de panza de burro. Al final, la danza guerrera de La pluma.
Todos han venido por orgullo de casta, por tradición, asisten a la Guelaguetza para demostrar su amistad a sus paisanos y a los visitantes. Entregan con alegría sus ofrendas y reciben la satisfacción de estar ahí, de vivir. Así es el alma indígena.
Fiesta de la Guelaguetza, la celebración después del temblor
El 14 de enero de 1931, un terrible terremoto de 7.8 grados en escala de Richter azotó el estado de Oaxaca y quedó en la historia del país como uno de los momentos que marcaron a la nación para siempre.
Las constantes réplicas dejaron a la población llena de temor, por lo que comenzaron a vender todo lo que tenían y se iban buscando otro lugar para vivir. Esto alarmó a las autoridades, por lo que decidieron homenajear a la cultura Oaxaqueña de alguna manera y qué mejor que festejando la Guelaguetza a lo grande.
Entonces, nacieron los primeros concursos de trajes regionales, de flores, canciones, concursos por quién tenía la mejor cosecha y de artesanos. Poco a poco se sumaron actividades como una carrera de relevos, carreras de bicicletas, lanzamiento de disco y lanzamiento de bala.
En 1932 se se construyó la carretera a Puebla, lo que atrajo mucho turismo al estado y fue en los años cincuenta cuando la Guelaguetza se volvió una fiesta oficial. En 1969, el gobernador Víctor Bravo Ahuja comienza la construcción de un foro para conmemorar la fiesta, el cual se inauguró el 3 de noviembre de 1974.
Hasta antes de esa fecha, los bailes de la Guelaguetza se realizaba en una gran explanada que era rodeada por el público, se llamaba Rotonda de la Azucena, a la que luego se le añadieron gradas de madera.
Al principio, la fiesta se llevaba a cabo gracias a la Asociación Folclórica de Oaxaca y el público era completamente regional.
En 1980 la organización paso a manos de la Secretaría de Turismo y desde entonces, la tradición reúne a turistas de todo el mundo, mexicanos de todas partes y a las ocho regiones del estado: Cañada, Istmo, Costa, Cuenca del Papaloapan, Mixteca, Sierra Norte, Sierra Sur y los valles centrales.
La Guelaguetza 2023 ¡Vive nuestras tradiciones con México desconocido!
La Guelaguetza 2023 se realizará el próximo mes de julio en Oaxaca y por primera vez en mucho tiempo, la gran fiesta oaxaqueña se apropiará del espacio público fuera del auditorio.
Para la Guelaguetza 2023, se realizó la rehabilitación de espacios y calles para que el festejo se viva en toda la ciudad, así como en distintos municipios.
En su aniversario número 91, la inauguración está programada para el 1 de julio a las 17 horas en la Plaza de la Danza. La fiesta principal, los famosos “Lunes del Cerro” serán el 17 y 24 de
Para aprovechar la tradición, los evangelizadores buscaron la fiesta más cercana a la del calendario prehispánico, siendo escogida la festividad de la Virgen del Carmen, quien reemplazó a Centeótl. Entonces comenzó el mestizaje cultural y religioso que detonó en la fiesta con una gran diversidad de danzas y colores que reúne a los pueblos de Oaxaca en hermandad.
Actualmente, la Guelaguetza tiene lugar en el cerro Tani-Iao-noyalaoní (Fortín de San Felipe del Agua), en el auditorio construido ex profeso para el festejo. Ahí se dan cita, desde los lugares más apartados, hombres y mujeres de las siete regiones. Por espacio de ocho días hacen gala de su indumentaria, expresión indiscutible de su historia y sus tradiciones.
A la antigua usanza, una joven indígena es elegida para iniciar el festejo. En su papel de princesa brinda la primera ofrenda a las autoridades. De Coyotepec entran en escena las mujeres con su enredo, blusa finamente bordada y rebozo de seda anudado en la cabeza, con paso lento se deslizan acompañadas por el son: “Barro de amor… vibrando de melancolía…que canta la raza mía…”
Se escucha el jarabe y aparecen los yalaltecos y sus mujeres ataviadas con huipil blanco adornado con hilos de colores. También portan el “tlacoyal”, bello tocado de lanas y collar de plata maciza del que pende una cruz con motivos prehispánicos.
Con giros violentos, las mujeres de Betaza hacen revolotear su falda como alas de palomas atadas al ceñidor rojo de su cintura.
De la Mixteca bailan el jarabe. La mujeres con una gran falda circular de florecitas, blusa y rebozo, listones y flores en sus trenzas. Los hombres con traje de manta y sarape terciado.
El vigoroso zapateado representa una danza romance, el coqueteo, la duda. Al final, un beso atrás del sombrero. Las triques, con señorío y suavidad, ejecutan una danza ritual, sus espectaculares túnicas dejan ver enormes grecas rojas. Los misteriosos tascuates de la sierra, se desplazan ataviados con camisola de largas telas y ceñidor a la cintura.
De la cañada, las mazatecas, místicas doncellas que presumen huipil bordado y listones de colores azul turquesa y rosa. Al final, después de bailar la Flor de Naranjo, esparcen por el aire su ofrenda de flores perfumadas. Alegres salen los costeños a bailar las “chilenas” con zapateados y giros.
Las orgullosas tehuanas bailan La Zandunga luciendo sus trajes de reina, con el huipil y la falda bordados de grandes flores, adornadas con vistosas joyas y collares de monedas.
Ataviadas con huipiles de vivos colores, con una piña al hombro, baila un grupo de bellas jóvenes, son las mujeres de Tuxtepec, quienes al final producen gran alboroto al lanzar los frutos a la concurrencia. De los valles bailan las chinas oaxaqueñas, portando sobre la cabeza grandes canastas con flores secas.
Los de Etla, los de Tlacolula. ¡Ya llegaron los de Ejutla!, con sus farolas, las mujeres con sus faldas multicolores y los hombres con sombreros negros de panza de burro. Al final, la danza guerrera de La pluma.
Todos han venido por orgullo de casta, por tradición, asisten a la Guelaguetza para demostrar su amistad a sus paisanos y a los visitantes. Entregan con alegría sus ofrendas y reciben la satisfacción de estar ahí, de vivir. Así es el alma indígena.
Fiesta de la Guelaguetza, la celebración después del temblor
El 14 de enero de 1931, un terrible terremoto de 7.8 grados en escala de Richter azotó el estado de Oaxaca y quedó en la historia del país como uno de los momentos que marcaron a la nación para siempre.
Las constantes réplicas dejaron a la población llena de temor, por lo que comenzaron a vender todo lo que tenían y se iban buscando otro lugar para vivir. Esto alarmó a las autoridades, por lo que decidieron homenajear a la cultura Oaxaqueña de alguna manera y qué mejor que festejando la Guelaguetza a lo grande.
Entonces, nacieron los primeros concursos de trajes regionales, de flores, canciones, concursos por quién tenía la mejor cosecha y de artesanos. Poco a poco se sumaron actividades como una carrera de relevos, carreras de bicicletas, lanzamiento de disco y lanzamiento de bala.
En 1932 se se construyó la carretera a Puebla, lo que atrajo mucho turismo al estado y fue en los años cincuenta cuando la Guelaguetza se volvió una fiesta oficial. En 1969, el gobernador Víctor Bravo Ahuja comienza la construcción de un foro para conmemorar la fiesta, el cual se inauguró el 3 de noviembre de 1974.
Hasta antes de esa fecha, los bailes de la Guelaguetza se realizaba en una gran explanada que era rodeada por el público, se llamaba Rotonda de la Azucena, a la que luego se le añadieron gradas de madera.
Al principio, la fiesta se llevaba a cabo gracias a la Asociación Folclórica de Oaxaca y el público era completamente regional.
En 1980 la organización paso a manos de la Secretaría de Turismo y desde entonces, la tradición reúne a turistas de todo el mundo, mexicanos de todas partes y a las ocho regiones del estado: Cañada, Istmo, Costa, Cuenca del Papaloapan, Mixteca, Sierra Norte, Sierra Sur y los valles centrales.
La Guelaguetza 2023 ¡Vive nuestras tradiciones con México desconocido!
La Guelaguetza 2023 se realizará el próximo mes de julio en Oaxaca y por primera vez en mucho tiempo, la gran fiesta oaxaqueña se apropiará del espacio público fuera del auditorio.
Para la Guelaguetza 2023, se realizó la rehabilitación de espacios y calles para que el festejo se viva en toda la ciudad, así como en distintos municipios.
En su aniversario número 91, la inauguración está programada para el 1 de julio a las 17 horas en la Plaza de la Danza. La fiesta principal, los famosos “Lunes del Cerro” serán el 17 y 24 de junio
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