La Guelaguetza actual
La Guelaguetza actual
La Guelaguetza actual
La conmemoración del cuarto centenario de la fundación de la ciudad de Oaxaca puede interpretarse a la luz del nuevo modelo de nación implementado por los regímenes posrevolucionarios. Los indios que participaron fueron despojados de todo aquello que denotara pobreza o atraso económico y social, y fueron vestidos con ropajes que, en teoría, conciliaron su identidad con su supuesta aspiración a incorporarse al desarrollo nacional. Fue una fiesta que volvió a poner a la capital oaxaqueña en un lugar privilegiado dentro del estado y una actividad que reafirmó el orden social, celebrando el poder de las élites económica y política. De este modo, los pueblos originarios podían aspirar a integrarse a la nación al tributar a sus superiores, los que detentan la cultura urbana.
La celebración de los Lunes del Cerro continuó en los siguientes años como una fiesta de tintes regionalistas que aspiraba a “revivir esas viejas costumbres que constituyen la idiosincrasia indiscutible de los hijos de esta colonial Antequera”, como se señaló en el periódico Oaxaca Nuevo en 1939. A través de un largo proceso, la fiesta fue integrando espectáculo y atracción turística para satisfacer una nueva actividad económica que en Oaxaca representó una alternativa a la nunca lograda industrialización.
Para finales de los años cincuenta se configuró la Guelaguetza tal como la conocemos, con la participación de “delegaciones” de las regiones del estado, al estilo del Homenaje Racial. En 1974 se construyó un auditorio en el mismo emplazamiento de la Rotonda de las Azucenas, en el cerro del Fortín, pero ahora para once mil espectadores. En 1980, la organización de la fiesta pasó a la Secretaría de Turismo del estado, para convertirse plenamente en un espectáculo folclórico para turistas.
Hoy, las delegaciones regionales no son invitadas, sino que tienen que participar en un proceso de selección que es validado por un Comité de Autenticidad, cuyos miembros evalúan el conocimiento de la delegación sobre su tradición o festividad, y una investigación monográfica que sustente dicho cuadro. La decisión final recae en la Secretaría de Turismo, lo que implica una negociación política con los diferentes municipios que aspiran a mostrarse en el espectáculo. De tal forma que la presencia en el evento se ha convertido en una disputada distinción y los grupos que participan adquieren prestigio y reconocimiento al interior de sus comunidades.
A pesar de su tajante origen racista, la Guelaguetza ha conseguido amalgamar expresiones culturales e identitarias en una idea de convivencia entre etnias que reivindican su identidad específica. Como señala la investigadora María de la Luz Maldonado, este acto genera un desdoblamiento de la celebración: la que se realiza en el contexto de la comunidad (durante la intensa preparación que desarrolla para ser seleccionada) y la que se extrae para ser representada, escenificada y dramatizada. En suma, se trata de una fiesta problemática que, sin embargo, contiene un importante ingrediente comunitario y reivindicativo de las identidades indígenas de Oaxaca.
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